Estaba el señor don
Libro,
sentadito en su
sillón,
con un ojo pasaba la
hoja,
con el otro veía la
televisión.
Estaba el señor don
Libro,
aburrido en su sillón,
esperando a que viniera
algún pequeño lector.
Don Libro era un tío
sabio,
que sabía de luna y de
sol,
que sabía de tierras y
mares,
de historias y aves,
de peces de todo
color.
tiritando de frío en
su sillón,
vino un niño,
lo cogió en sus manos
y el libro entró en
calor.
Gloria Fuertes